7.7.06

En algún momento al poder hay que decirle que no

Hace unos días me comprometí a publicar lo más rico del diálogo de Lilita Carrió y Toty Flores durante la presentación del libro del MTD La Matanza. Cuando con otros somos nosotros. Acá va algo:

Elisa Carrió: ... Lo que son para mí y lo que muestra el libro, es un testimonio y muestra de qué modo el testimonio puede cambiar una cultura. (...) Es un acto de libertad que juega por la dignidad, pero que además lo juega en la práctica. Ustedes son un ejemplo, en el mejor sentido de la palabra. Son un gran ejemplo para la Argentina, frente a esta suerte de nuestra resignación histórica que vive nuestro país, en el que parece que nada es posible. La pregunta que me gustaría hacer es cómo pudieron resistir, es decir, cuáles fueron las tentaciones y los mecanismos que operaron en ustedes, en el nivel psicológico, para resistir. Y cómo hicieron para que todo el grupo pueda resistir, no sólo algunos.

Toty Flores: es quizás la pregunta más difícil para responder, porque fuimos haciendo cosas, ni sabíamos qué estábamos haciendo. Nosotros somos todos unos rebeldes. Cuando decidimos, en el año 97, rechazar los planes asistenciales era algo muy importante para nosotros. En algún momento al poder hay que decirle que no, no puede ser que todo esté justificado. El neoliberalismo produjo que todo se cayera, ya no había más historia, no había tradición ni continuidad y entonces todo se justificaba. Y nosotros empezamos a tomar como referente a gente que se levantaba, como los zapatistas en México, el Movimiento Sin Tierra en Brasil, las Madres de Plaza de Mayo en la Argentina, que habían resistido a genocidios diferentes. Dijimos: desde algún lugar hay que decir que no, pero ¿cómo hacemos para decir que no? Tomamos un punto que no sabíamos qué profundidad tenía. En realidad, no sabíamos que le estábamos pegando al corazón de la cultura política en la Argentina. Eso nos dio mucha importancia, pero también perdimos muchos compañeros.

Nosotros éramos “el” Movimiento de Trabajadores Desocupados en La Matanza. Todavía no existía la Corriente Clasista y Combativa ni la Federación de Tierra y Vivienda trabajando con desocupados, es decir, existían como organizaciones sociales haciendo otra cosa en los barrios. Perdimos muchos compañeros y ahí vino un debate sobre qué hacíamos, si era importante el número, porque también el neoliberalismo decía que había que acumular gente, ya que todo pasaba por los números. No se le daba importancia a los principios, a los valores que te sustentaban. En un primer momento, resistimos a esta seducción del poder de los números, basada en que si no tenías mucha gente, no eras importante.

Muchas veces tuvimos la tentación de abandonar esto y se nos producía la contradicción, porque el debate era muy duro. Cuando avanzaba la crisis, el debate que se nos planteaba dentro del mismo movimiento de desocupados, era entre dos opciones muy difíciles de elegir: el hambre o la dignidad. Si quienes padecen situaciones extremas, eligen solucionar el problema del hambre, aunque sea desde un lugar de aceptación de planes asistenciales, no se lo puede cuestionar. Pero ver que eso va en contra de tu dignidad, es una postura que vos mismo tenés que tomar. Elegir la dignidad, aún ante la posibilidad de que nuestros hijos se mueran de hambre, fue el acto más importante que nosotros tuvimos. A partir de allí aprendimos que era necesario ser coherente con esta postura y éste es un acto que nos posibilitó sentirnos personas.

Si antes éramos números, un objeto de movilización para que alguien acumule poder, ahora nos sentimos personas. Cuando empezaron a venir investigadores para preguntar, nosotros éramos un grupo muy pequeño. A cinco cuadras se reunían miles de la Corriente Clasista y Combativa, y a dos kilómetros el centro coordinador de la Federación de Tierra y Vivienda en Casanova, donde estaba D'Elía. Eran monstruos que se construían y nosotros íbamos perdiendo compañeros, pero seguíamos diciendo: tenemos razón. Venían investigadores de todas partes del mundo y nos preguntaban por qué teníamos esto. En realidad era un acto de rebeldía. Uno se tiene que rebelar contra las injusticias y cuando uno se rebela lo hace contra todo. No se puede rebelar un poquito y por otro lado ver en qué puedo tranzar. Esto fue lo más importante.

Después trabajamos mucho la cuestión grupal. Como estábamos solos, nos permitieron trabajar el grupo. Nos íbamos sosteniendo a partir de las creencias que teníamos e íbamos construyendo nuevas creencias. La cuestión de la dignidad era lo más importante y sobre eso trabajábamos. Todo lo que significaba ser digno para nosotros, había que empezar a hacerlo conciente. Así se iban incorporando compañeros, no quiénes veían qué podían obtener con nosotros, sino quienes se sentían fuertes a partir de esta cuestión. Luego fuimos viendo que era necesario pasar de la rebeldía a incorporar propuestas. Quizás haya sido el momento más difícil y entonces empezamos a construir un proyecto...

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