Unas horas antes de subirme a un avión para venir a hacer un curso en Alemania caí en la cuenta, sólo porque mi prima Vale me tirò las orejas, de los meses que pasaron sin que escriba algo. El trabajo cotidiano, el tiempo dedicado a cuentomilibro y otras cosas son las excusas que aparecieron. Ya no.
Hace poco más de dos días que llegué a este país imponente para hacer un curso durante doce días. Pasaron doce años desde la primera vez que había estado aquí pero los avances, el confort y la hospitalidad no dejan de sorprenderme (subo fotos acá): estoy alojado en una Academia de dirigentes ubicada en Gummersbach, un pequeño pueblo que reune a 54 mil habitantes a cincuenta kilòmetros de Colonia, aquella famosa ciudad bombardeada que tiene la Catedral màs hermosa que conocì, arquitectura sobre la que está basada la de La Plata.
En unos días estaré por ahí y les contaré.
Por ahora sólo Ezeiza-Frankfurt y de ahí un tren a Colonia, lugar donde me levantó un auto para traerme hasta aquí. Es casi un lugar común hablar de los trenes europeos y su confort pero mientras esperaba quise hacer un paneo de la estación